scars

jueves, 24 de marzo de 2011





Era una templada tarde de julio, había un sol reluciente y el viento soplaba leves brisas que revolvían todo mi cabello. Los árboles con  poquísimas hojas ya no proporcionaban ningún tipo de sombra, las hojas amarillentas adornaban y tapaban todo el espacio verde de ese parque mientras jugábamos con mi hermano a la vista de nuestros padres. El viento empezó a cambiar sus rumbos, y el cielo se tornó gris, como precipitándose a algún suceso que recordaríamos, con mi hermano, por el resto de nuestras vidas. Los minutos transcurrían, mis padres seguían allí, sentados en aquel banco verde con un poco de pintura salida, y frases escritas de cada enamorado que había pasado por el mismo; sonreían, felices, tomados de las manos enamorados como tantos que habían pasado por ese exacto lugar para descansar y escribir sus nombres en la madera vieja. Dicen que en un minuto todo puede cambiar, y así lo fue. Un Falcon negro dobló por la esquina a toda velocidad para luego frenar con fuerza. Los vidrios casi podían camuflar todo. Del auto salieron dos hombres, vestidos del mismo color del auto, acreedores de la muerte, y llevaban consigo herramientas de fuego. Tomaron a mis padres de la forma más agresiva que vi durantes mis ya, 26 años; los gritos salían de la boca de mi madre y los  puños de aquel hombre se incrustaban en el estómago de mi padre, quién le rogaba que por favor,  liberaran a mi madre, la estaban cegando con vendas en sus ojos para que no pudiese ver nada de lo que estaba sucediendo en ese momento, aunque no pudieron acallar sus gritos de dolor, en ella, ni en los recuerdos de mi mente durante estos 21 años transcurridos desde aquel momento. Hicieron caso omiso al pedido de mi padre respondiendo con una gran carcajada y sonrisas felices. Por último, dejaron a mi padre inconsciente de tantos golpes, no hacía falta vendarlo, no podría ver nada de la realidad. Subieron a aquel auto que recordaré  toda mi vida, se llevaron arrastrando a mi viejo, y salieron dos personas más para poder tomar a mi vieja e introducirla, ya que por su ataque de nervios les estaba haciendo su agradable trabajo un poco más difícil de lo normal. Mi hermano salió corriendo atrás del mismo, y yo, simplemente no sabía qué hacer ni qué pensar, tan sólo tenía cinco años, no entendía por qué le pegaban a mi papá ¿qué había hecho él de malo? siempre me compraba helados. ¿y mi mamá? ¿qué mal había hecho? siempre me arropaba antes de dormir. Martín, mi hermano, que tan sólo tenía 8 años más que yo, no pudo alcanzar el auto, sus pies se cansaron mucho antes de estar cerca, sus pulmones pedían a gritos por un poco de aire, y su corazón, latía con un gran frenesí por parte de la desaforada lucha de llegar a aquel vehículo que emanaba un inmenso aire negro de su motor, o por la desesperación del evento. Yo me quedé, allí, solo, sentado entre las hojas y mi autito color amarillo, esperando a que todos regresaran. Sólo mi hermano regresó, parecía tener lágrimas en sus ojos ¿qué estaba pasando?  Me dijo que nuestros papás sólo habían ido a dar una vuelta con aquellos señores, pero ¿cómo creerlo? tenía cinco años, pero no era iluso. Fuimos hacia la casa de mis abuelos, después de jugar un poco más, pero se veía en él una mueca de preocupación que yo no entendía. Al cabo de algunos minutos de haber entrado en aquel hogar se escucharon los sonidos desaforados del llanto, y una angustia penetrante colmaba la cara de mi abuelo. Al cabo de una semana, todas nuestras cosas fueron llevadas a la casa de mis abuelos, incluso mi autito color amarillo.
El tiempo pasó, mis padres nunca más regresaron, los esperé en aquel banco por el resto de mi vida.


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