Volvimos a tener la misma confianza de siempre, incluso mucho más fuerte. Logró contarme aquella situación que hacía entristecer a sus ojos y dejarla con un hilo de preocupación y desentimiento de aquello que no logró vivir ni puede imaginar. Llegó a desenvolverse totalmente, a decirme que no le dolía que mis oídos escucharan las terribles palabras que salían de sus labios.
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