Una vez dibujé ese plano para poder llegar hasta su casa en mi libro de escritos, mi libro preferido. No meto a nadie más que historias en él, pero a ella si. Era distinto, siempre fue distinta. Era la excepción a todo. Hoy en día ya no necesito ese plano, podría ir a su casa con los ojos vendados. Tocar el timbre y mirar el balcón sólo por inercia, para ver si se posa ahí y tirarle un beso.
Era el camino de la pura felicidad, aunque me asusta que ya no siga siendolo.
1 comentario:
Te entiendo, también tengo un plano. Qué hijos de una gran puta.
Publicar un comentario